Las cosas de mi embarazo, sólo por el placer de compartirlas y dejar constacia de ellas.

Sin intención de educar ni dar consejos, puesto que no hay dos embarazos iguales, supongo...

lunes, 14 de febrero de 2011

El pequeño individuo

Me preguntaba un amigo a los pocos días de nacer Alberto: "Oye, y esto de querer a tu hijo por encima de todas las cosas es algo que pasa así, de repente, según le ves al nacer?"


Qué gran pregunta, amigo.
Y sinceramente te respondo que creo que el amor hacia un hijo se va haciendo con los días, con las cosas, con los ratos que se comparten, a medida que le conoces y descubres su personalidad y esa parte de él tan propia que no es capaz ninguna madre de cambiarla por mucho que se empeñe.
No, no es algo que surge por generación espontánea nada más verle, tal y como nos quieren vender en los catalogos y en los anuncios de papillas.

Por lo menos en mi caso, cuando le vi la cara por primera vez lo que sentí fue un profundo respeto hacia ese pequeño individuo que me miraba con tanto interés. Sentí que era parte de nosotros, por supuesto, pero también sentí que era un ser humano individual, que ya no estaba ligado a mí físicamente, que ya tenía unas necesidades propias y que yo había de aprender a cubrírselas y a cuidarle. Que mi “misión” como madre acababa de comenzar y que el hombrecito que me miraba desde el cuco del hospital me necesitaría a partir de ese momento para ayudarle a vivir y convertirse en un hombre feliz.

Mi cariño por este pequeñín crece por momentos y se va construyendo con el transcurrir de los días, a medida que nos conocemos.

Y una vez más, me veo ante una de esos cuentos que nos narran durante toda la vida, llegando al punto de hacernos sentir peores madres por vivir y experimentar la vida real "de otra manera".



Porque creo desde hace tiempo, pero ahora que lo vivo como madre, lo creo mucho más, que no es sano pretender que los hijos sean como un apéndice de su madre para toda la vida, como intentando mantener intacto el cordón umbilical.
A un hijo se le quiere con el alma, sí, pero los hijos también son personas, con una personalidad propia y con una vida que les pertenece a ellos desde el minuto 0 de vida.

Y ahora que lo veo desde esta posición puedo decir que no me siento identificada con esa tendencia maternal a no respetar a los hijos como individuos, a “castrarles” desde que son muy pequeñitos impidiéndoles experimentar, anticipándose a sus acciones, muchas veces por evitar “perderlos“, otras muchas por aquel eterno “miedo a“: miedo a que se hagan daño, miedo a que se manchen, miedo a que se resfríen, miedo a que se caigan, miedo a…. Ese miedo y ese empeño en no dejar que crezcan y actuar como si se fuesen a romper.



¿Sabíais que muchos de los resfriados que cogen los bebes se evitarían si no se les sacase a la calle tan sumamente demasiado abrigados? Que paradoja, verdad?

Pues esto va para la china de la tienda de al lado de casa y para la vecina cotilla, que me echaron gratuitamente un par de broncas, porque, para su gusto, llevaba al pequeño poco abrigado. Miren señoras, tengo 3 cosas que decir al respecto:

1. El niño no estaba pasando ningún frío

2. Con 5 meses que tiene no ha cogido ni un resfriado

y 3. Métanse en sus asuntos



El motivo real de por qué siendo madre es tan difícil actualizar

Supongo que lo primero que se piensa es que no nos queda tiempo ni para ponernos a escribir y que durante los pequeños momentos que la maternidad nos deja libres tenemos ochocientas mil cosas mas importantes que actualizar un blog.


Pero que eso parezca lo más obvio no quiere decir que sea del todo cierto.



A día de hoy, que ya hace 5 meses que el pequeño llegó al mundo, puedo asegurar que el motivo fundamental por el que esto de escribir es una tarea complicada no es precisamente la falta de tiempo, sino más bien la falta de riego. Amigos, se me pira la pinza.

La autora del libro “Lo que hacen las madres. Especialmente cuando parece que no hacen nada” muestra la romántica idea de que nuestro cerebro de madre está continuamente ocupado cuidando de nuestro bebé y que aunque parezca que hay ratos en los que nuestra tarea de madres nos deja un descanso, por ejemplo, cuando el pequeño está dormido, es imposible centrar la atención en otra cosa que no sea él.

Bueno, todo esto queda muy bonito y por supuesto que la ardua tarea de aprender a ser madres es lo que ocupa el mayor tiempo de nuestra nueva vida y pensamiento, pero seamos sinceros, no podemos negar la evidencia: después del embarazo se queda una más p’allá que p’acá. Mucha gente me suele decir que desde que soy madre tengo “un algo” que no sabrían como describir. Pues es “ese algo“ es precisamente eso, que estoy, digamos… dispersa, por decirlo de alguna manera….

Ya sabemos que desde mi embarazo la falta de riego en el cerebro provocaba serios contratiempos, como que se me olvidasen las cosas y me costase mantener el hilo… pues la cosa lejos de arreglarse, después de dar a luz ha ido en aumento y ahora soy incapaz de concentrarme en nada. Nada, ni leer un libro, ver una película, charlar o preparar unas croquetas, en cuestión de minutos que logro clavar la atención , sin darme cuenta ya esto a la minima pensando en otra cosa!



Y además no hago más que soltar una barbaridad de chorradas y dar veinte rodeos hasta que consigo expresar lo que realmente quiero decir, y para explicar una idea de lo más simple tengo que dar cien mil vueltas.

En fin, así es, amigos, que después de 5 meses de haber dado a luz me patina un poco el tanque, aunque quiero creer que todavía tengo remedio…




Nota: escribir esta entrada de una forma resultona me ha llevado más de una hora… y he tenido que corregirla al día siguiente. Eso sí, de la que me he puesto, en el fn de semana han salido tres entradas de golpe.
 

jueves, 3 de febrero de 2011

El carácter viene de serie

Alberto nació 10 días despues de salir de cuentas.
Algún día contaré las vicisitudes del gran momento, que no fue precisamente un caminito de rosas... pero prefiero dejarlo para otro rato con más tiempo y tranquilidad.
El caso es que como venía demostrando desde hacia más de una semana, no tenia ninguna intención de salir de ahí dentro.

Desde que empecé a tener contracciones de forma continuada y constante el viernes día 11 de septiembre, el pequeño renacuajo se empeñó en trepar hacia arriba y empujarme las costillas con el culo.
Ya ya... puede parecer que el angelito estuviese hecho un lío y no supiese si tenía que salir por arriba o por abajo, pero estoy segura de que lo que hacía era empujar en sentido contrario para intentar por todos los medios ser sacado de allí.

No, Alberto no quería salir.
Y por si quedase alguna duda, todo quedó muy claro cuando lo trajeron a la habitación. Y ví cómo me miraba.
Ya, se supone que los recién nacidos no ven. No ven, verdad??? No ven lo que no quieren!
Porque para no ver, bien que tuvo los ojos bien abiertos y fijos en mí durante todo el día, con esta cara de rencor, de estar muy enfadao y de no querer perdonarme jamás el haber permitido que lo sacasen de donde estaba tan a gusto:





Ni fácil ni difícil sino todo lo contrario y un poco de cada

Ser madre no es fácil.
Tampoco difícil...
Es raro, porque como no se puede comparar con nada, tampoco se puede asegurar si es fácil o difícil.
Facil o difícil... comparado con qué? Pues comparado con nada, porque nada es parecido.
Todo es nuevo y diferente, es cansado y provoca nervios. Todo eso junto, supongo que para algunas personas será más "fácil" que para otras, que lo pueden considerar "difícil".

Hum... no sé, supongo que una conclusión de este tipo se saca con facilidad al cabo del tiempo, cuando los recuerdos te devuelven una nítida imagen de ti misma en los inicios de la nueva vida de madre primeriza. y, cuando con la tranquilidad de tenerlo ya todo bajo control, eres capaz de reconocer si cuando te estrenaste en esto de la maternidad las pasaste más o menos canutas... :)
Insisto, supongo...