Las cosas de mi embarazo, sólo por el placer de compartirlas y dejar constacia de ellas.

Sin intención de educar ni dar consejos, puesto que no hay dos embarazos iguales, supongo...

lunes, 24 de mayo de 2010

La Cruda Realidad (Aunque nos la tomemos con humor, cruda al fin y al cabo)

Seamos realistas: el embarazo es un estado cruel para la mujer.



Engordas sin parar, pierdes tu figura, el cuerpo sufre mil y un cambios y no puedes saber si algún día algo volverá a la normalidad


te cambia el centro de gravedad y empiezas a tener vértigo, pierdes el equilibrio porque sí y se te cae todo de las manos


te cuesta aguantarte las ganas de hacer pis,


estás incómoda por las noches y das un millón de vueltas en la cama,


tienes que soportar ver pasar el jamón, el salchichón, el chorizo y el lomo por delante de tus narices sin catarlo,


experimentas cada días nauseas, ardor, calambres, dolores, mareos, tirones…


no puedes estar sentada mucho tiempo porque la costilla se te clava en las tripas,


dejas de caminar de una forma graciosa para andar de una forma cómica,


sudas más que en toda tu vida,


lloras, lloras mucho, lo pasas mal, te sientes sola y el resto del mundo no te entiende,


te surgen millones de dudas importantes, conseguir que te las respondan es una lotería, y según quién lo haga, puede acabar de hundirte en la miseria


da igual que sufras alergias, tengas una infección en un ojo, te duela la cabeza, tengas una diarrea horrorosa o vomites sin motivo aparente como la niña del exorcista, la respuesta es que no puedes tomar nada y tienes que aguantar.


Aguantar.


Aguantar.






Ser madre es algo maravilloso, sí. Pero para serlo, una mujer tiene que estar embarazada durante 9 meses, con todos sus días y sus noches, con cada minuto y cada segundo, se encuentre bien, regular, mal o fatal. Y cada uno de ellos puede parecer interminable.


Estar embarazada es como tirarse 9 meses de yincana o entrenando en el ejército para demostrar lo fuerte que podemos llegar a ser. Como si la naturaleza nos tuviese a prueba para asegurar que somos válidas como futuras madres.


Llega un momento en que una mujer embarazada, como ser humano (que no divino) que es, siente que llega al final de sus fuerzas y su paciencia.


Todo se hace terrible, pesado, duro, doloroso, triste…


Y para que no se le olvide, siempre habrá alguien que, como si le estuviese haciendo un favor (! ¡) le insista:


Aguanta.


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